«Tierra americana» de Jeanine Cummins

Imagina ser mexicana y que el capo del cartel se enamore de ti. Imagina ser hondureña y que el pandillero del barrio se enamore de ti. La primera es la historia de Lydia, quien vivía en Acapulco con su esposo y su hijo de ocho años. Acechada por el narco se ve en la obligación de abandonar su pequeña empresa de venta de libros y forzada a migrar con su pequeño hijo Luca; incomunicada de alguien que pueda auxiliarla. La segunda es la historia de Soledad quien migró del campo hondureño a San Pedro Sula, una de las ciudades más violentas del mundo, cuya hostilidad la empuja a migrar junto a su hermana Rebeca, de 15 y 14 años, respectivamente.

Foto: The Guardian (https://www.theguardian.com/inequality/2017/oct/05/riding-the-beast-child-migrants-reveal-full-horror-of-their-journeys-to-us)

Ambas son historias ficticias relatadas por Jeanine Cummins en “Tierra americana”, su novela de 2020 que destaca que las razones de migración hacia Estados Unidos no siempre son eminentemente económicas; también la convulsión social expulsa a las personas. La historia de Cummins se enmarca en una coyuntura donde el orden de la sociedad se rompe frágilmente cuando cae en manos de criminales, cuyas organizaciones son más eficaces que las organizaciones públicas al punto que terminan absorbiéndolas.

Esta es una historia que no debería dejarse de lado, pero pareciera que es una realidad incómoda que aunque sabemos que existe, vemos al costado puesto que «malas noticias son mala publicidad» y ello en un sitio que vive del turismo no resulta deseable. Sin embargo, este libro ayuda a reflexionar sobre la violencia que se sustenta el tráfico de drogas y la repercusión de ver al costado para ignorar el problema. “Si una meca turística como Acapulco podía caer, entonces ningún lugar en México era seguro”, es la temerosa opinión de uno de los personajes, a lo que habría que añadir que ningún lugar en Guatemala está seguro de caer. Cummins narra cómo las calles se llenan de tensión conforme avanza el terror, barrios que se abandonan, sentimientos de impotencia de los vecinos ante la pérdida de sus cotidianas libertades, la cooptación de las autoridades por los delincuentes y el eventual impacto en el turismo que caracterizaba la costa del Pacífico mexicana.

Este es el día a día para muchas personas viviendo al sur del Río Bravo y se extiende hasta Guatemala, Honduras y El Salvador. La instalación de muros de lámina, malla o concreto en la frontera sur no han resuelto las causas que obligan a huir, apenas han hecho más difícil el trayecto. Lydia debe recorrer 2,645 millas desde Acapulco hasta su destino en “tierra americana” y desde San Pedro Sula, Rebeca y Soledad recorrerán muchas más. Cummins detalla las peripecias del traumático viaje, que a su vez se combina a los traumas que originaron el exilio. “Son tantas penas a la vez que no las puede separar”.

Frontera entre México y Estados Unidos (https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/de-este-lado-tambien-hay-suenos/)

Subametralladoras disparadas, desconfianza en la policía, esconder a un niño de los cateos del narcotráfico a los buses y vehículos particulares, estar a merced de niños armados miembros del cartel, procurar no dejar rastro de llamadas, recibir mensajes amenazantes, correr con una mochila para subir de polizón al tren que causa amputaciones, saltar de ese tren, ver personas caer del tren, atravesar el desierto, sentir amenazas sexuales de forma continuada, encontrar malhechores utilizando indumentaria oficial de la policía migrante, esconder dinero, ser robado, presenciar múltiples asesinatos. Angustia de madres separadas de sus hijos y encerrados en frías celdas.

El viaje no es un paseo para ninguno.

El trayecto es querer llorar la muerte a la vez que se intenta de escapar de ella.

“Tierra americana” muestra el drama de esta situación describiendo de principio a fin las penurias de mujeres migrantes, eventos que no aparecen en los diarios cuando hablan de remesas, o que son descritos parcialmente cuando se presenta una migrante conduciendo una carriola con su bebé por la frontera. Los migrantes viajan en caravanas para ser menos vulnerables ante quienes los explotan sexualmente, los secuestran o se ensañan contra ellos para demostrar su poder en un territorio.

«Kikito», del francés J.R., mira EEUU desde la valla que lo separa de México (https://500px.com/photo/233115041/instalacion-del-artista-frances-jr-en-la-frontera-entre-mexico-y-usa-by-francisco-mata-rosas)

El hilo trágico de la historia se hilvana con otro que es esperanzador: la solidaridad. La solidaridad entre los mismos migrantes, quienes se reconocen los unos en los otros y se comunican sin palabras, con miradas, con gestos que alientan, saben que todos están a la defensiva y no necesitan explicárselo entre sí. También la solidaridad de los vecinos extendida en un plato de comida o el dar refugio ante el acecho de las autoridades migratorias y los miembros del cartel. Solidaridad de madres que voluntariamente entregan bolsas de comida en las vías del tren a los polizones porque sus hijos también vivieron esa condición años atrás.

Esto es lo único que tienen en común todos los migrantes, esta es la solidaridad que existe entre ellos, aunque todos provengan de diferentes lugares y diferentes circunstancias, algunos urbanos, algunos rurales, algunos de clase media, algunos pobres, algunos bien educados, algunos analfabetos, salvadoreños, hondureños, guatemaltecos, mexicanos, indios, cada uno de ellos lleva alguna historia de sufrimiento encima de ese tren y hacia el norte más allá.

A esa solidaridad espontánea de tantos particulares se suma la solidaridad organizada de feligreses protestantes y católicos. Unos comunicando al otro lado de la frontera sobre la cruda realidad que vive México y otros abrigándolos temporalmente en sus Casas de Migrante estratégicamente ubicadas para ser un oasis en el desierto de hostilidad que sufren.

Dentro de los agradecimientos del libro la autora se dirige al Padre Óscar Torres del Desayunador Salesiano Padre Chava y a Misael Morelos Quezada del Rancho San Juan Bosco, esto me recordó que en 2020 pude estar con grupo de personas de una de las caravanas migratorias más grandes que atravesó Guatemala aquel año, vencidos por el cansancio y hambre se refugiaron en la obra salesiana de la Parroquia la Divina Providencia en la zona 8 de la capital, quienes no orientan obra a la atención de migrantes pero recibieron a estos forasteros, les dieron comida para calmar su hambre y agua para su sed.

“El Desayunador Padre Chava” en Tijuana, en la frontera entre México y Estados Unidos, es un refugio importante para migrantes, refugiados y personas sin hogar.

Recordé que la iglesia católica “es la organización no gubernamental más grande, que provee servicios de salud en el mundo con 18 mil clínicas, 16 mil casas para ancianos 5 mil 400 hospitales, con 65 por ciento ubicados en países en desarrollo. Maneja el 26 por ciento de las facilidades de salud en el mundo.” Y todo esto no es suficiente. Ninguna iglesia o la unidad de diversas iglesias tienen las capacidades, ni es su deber resolver la crisis migratoria, hace falta algo más grande que las instituciones religiosas. Las instituciones estatales e internacionales coordinadas tienen la harta obligación de dar solución a esta diáspora porque el espíritu de vivir en sociedad es disminuir nuestras vulnerabilidades.

Del libro de Cummins aprendí que existen patrullas antiinmigrantes en la frontera estadounidense, formadas por grupos extremistas que movilizados por el odio persiguen a quienes atraviesan la frontera. Investigando un poco más encontré que estos “vigilantes” procuran destruir estaciones de agua en el desierto destinadas a los migrantes o instalan algunas falsas como señuelo para capturarlos con uso desmedido de la fuerza.

Foto: https://www.nbcnews.com/news/us-news/girl-who-crossed-border-dad-died-border-patrol-custody-n947811

Además, me gustó que la lectura me permitió detenerme a pensar cómo afecta a un migrante la volatilidad del tipo de cambio. Si un migrante guarda su dinero en pesos, en vez de dólares, las depreciaciones del peso podrían provocar que al llegar a la frontera el dinero sea insuficiente para pagarle al coyote. Esas depreciaciones ocurren en el lapso de semanas, con lo cual la escena descrita en el libro es perfectamente posible.

Tierra americana me dejó un interés mayor aún por conocer los desafíos que enfrentan los migrantes, me dejó convencido que debo buscar más libros escritos por mujeres para ser más empático y conocer sus perspectivas. Tierra americana está escrito en un lenguaje ágil, accesible y una historia que captura al lector desde el primer momento, confirmado por Stephen King. El libro de Cummins ha sido fuertemente criticado, yo me quedo con lo mucho que me ha aportado.

Fue un buen libro para leer el fin de año 2021.

Foto: El Colegio de la Frontera Norte (https://twitter.com/elcolef/status/1279842799710433281?lang=es)

A manera de posdata, esta entrada del blog es acompañada de 3 audios que de alguna manera están relacionados con el libro: El primero es una serie de poemas escritos en México por migrantes centroamericanos. El segundo audio es «Cuento de Navidad para Renata» de Dante Liano y el tercero es «Señor Matanza» de la banda Mano Negra pues el capo descrito en el libro sigue teniendo el mismo poder sobre la vida de la comunidad que el descrito en esta canción de 1994 «No se puede caminar sin colaborar con su santidad el Señor Matanza».

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