Catatimia

Seguramente tú también te has enamorado. Y si te has enamorado de verdad, sabrás lo que se siente esa energía que te llena cuando amas a alguien, habrás experimentado también cómo se siente llevar puestas esas gafas de positivismo. Sabes qué significa abrir los ojos en las madrugadas y que el espectro de su rostro esté presente como un ángel que guarda tus más nobles sueños, sabes cómo es que eso de que la luz de su sonrisa sea la que te amanezca en las mañanas antes siquiera que el sol despierte.

Seguramente tú también te has enamorado. ¡Si te enamoraste de veras! no de mentiras, sabes entonces que la ley gravedad que nos somete a esta tierra nada puede detener tu ligereza de espíritu, tus pies flotan y todo marcha de forma pausada. Cuando eso pasa, te tomas tiempo para apreciar ciertos aromas; por ejemplo, ese charco que siempre se estanca a la orilla de la acera, te das cuenta que no es agua sucia, y que de la misma emana aroma de rocío cristalino que refresca la naturaleza; los cipreses en la acera, que alguna vez te parecieron grises por la cortina de humo de los vehículos que los cubre, ahora los descubres tan fragantes como lirios en una pradera.

El oído se agudiza para escuchar ciertas cosas selectivamente, escuchas el nombre de ella en todos lados, inclusive cuando no ha sido pronunciado algo te hace pensar que así ha sido; y te hace ignorar otras cosas, como tu propio nombre cuando alguien te llama por tercera y hasta cuarta vez ¿será esto obra del oído o del cerebro distraído en su recuerdo?

Ves todo más brillante, ¡por supuesto! Cuando uno está enamorado desarrolla cierta sensibilidad visual, como por ejemplo, tienes gran pericia para diferenciar colores, digamos, nada más que por nombrar un color, por pura casualidad: el rojo. El rojo cereza de una manzana no es el mismo que  el rojo fuego de una flama que crepita en una chimenea que arde, muchísimo menos va a poder compararse con el rojo carmesí de sus labios. ¡Cuántos más rojos son dignos de contemplación! Quizás el más bonito sea el rojo cobrizo de los celajes que atardece las nubes de cielo decembrino sobre un mar en calma como su mirada.

Si te has enamorado alguna vez, y pasa el tiempo, comienzas a reflexionar entre realidad e ilusión y estas seguro que de nada tienes certeza. De pronto la gravedad implacable te devuelve a la tierra y te pone los pies donde siempre debieron estar. Comienzas a sentir el cansancio de las noches de desvelos, el agua ahora te despabila el rostro, los cipreses ahogados por el humo tienen cuervos que gritan a tu paso para que te despiertes. Recuerdas las tantas veces que has oído e ignorado voces y todo es confuso.

La realidad te abofetea y te preguntas ¿qué es cierto y qué es fantasía? “Vaya uno a saber”, respondería Mario Benedetti.

Mario Orlando Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farugia, tenía cinco nombres según una costumbre italiana. Benedetti seguramente también se enamoró, vio vehículos convertidos en rinocerontes, transformó personas en hormigas, cangrejos y hongos a causa del encanto de una mujer y lo inmortalizó en su poema “Vaya uno a saber”. Seguramente también se experimentó la catatimia. Siendo ignorante “vaya uno a saber” con exactitud todo lo que implica la catatimia, pero en resumen, cuando estas en estado de catatimia tu percepción se altera con esos lentes con los cuales todo ves bello, todo lo ves hermoso e ignoras el resto.

La realidad puede ser inmisericorde. Puedes por ejemplo comenzar a hacer cálculos de probabilidades de que tú le gustes a ella, y tú le haces caso al espejo, que siembre es honesto. La realidad te puede llevar a hacer aproximaciones, y a darte cuenta de que no estas para nada aproximado a lo que le interesa a ella. En esta vida cada uno tiene sus propias aspiraciones. Y ella, realmente, no aspira a alguien como tú.

La realidad es que poco ha cambiado desde los tiempos de los caballeros andantes de la Edad Media, aquellos que con renombre, gloria, poder y reputación de aventureros eran el anhelo de las damas. La realidad puede recordarte que aquellos lejanos tiempos no han cambiado mucho y tú no eres uno de esos caballeros andantes (o su equivalente del siglo XXI) sino que eres más bien un loco que se enfrenta a molinos de viento (o su equivalente actual).

Seguramente todo está en tu mente. La realidad te dice sin piedad que despiertes a entender que no tienes posibilidades con ella. Porque pertenecen a mundos distintos, porque nunca alguien ha de interesarse en un demente que se enfrenta a los gigantescos molinos de viento de la desigualdad, la inequidad, el hambre y la desnutrición infantil sin más arma que la lanza de su voz ignorada.

Seguramente tú también te has enamorado. Seguramente tú también de has desmotivado alguna vez por la realidad de tus nulas posibilidades. Pero debes saber que hay una y solo una forma de ser un verdadero Quijote frente a tu Dulcinea: buscarla. Al final de cuentas el anhelo de vencer esos gigantescos molinos devastadores tiene como fin último fecundar la tierra con bienestar para los nuevos brotes que habrán de germinar resultado del encuentro con ella.

Habrás de ser un verdadero Quijote únicamente cuando en nombre de ella te enfrentes a lo que sea: ficción o realidad, gigantes o molinos. Cuando recorras todas las explanadas necesarias para llegar con ella, derrumbes todas las barreras y manifiestes expresamente que ya no puedes más con esta catatimia, con confundir su mirada con el paraíso y su tono de voz con un coro angelical.

Según Cardoza “la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre” y por eso un día me enfrenté a dos gigantes muy reales y terriblemente fuertes: las ínfimas posibilidades de que yo le interesara y mi enorme timidez; aquél día de septiembre de un año que no recuerdo, cuando todos celebraban la independencia (que es una ilusión de los que se dicen cuerdos) hice manifiesta mi libertad para enfrentar todas esas ideas confusas de una buena vez y me armé con la fuerza de todos los valores por los cuales merece la pena vivir y para presentarme frente a ella y leerle de propia voz “Vaya uno a saber” de Mario Benedetti.

 

Saben ustedes bien el resultado cuando aquél intento de caballero embestía a los molinos de viento.

 

La imagen del Quijote fue tomada de http://www.freepik.es. Curiosamente la canción «Ojos color sol» de Silvio Rodríguez y Calle13 tiene más elementos que coinciden con la historia que cuento que cualquiera se pueda imaginar, pero sí, evidentemente narra un estado de catatimia. 

 

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